Vivía en la calle con mi familia y mis amigos, tomábamos el sol, buscábamos comida... hacíamos la vida normal de un gato callejero... pero molestábamos. Personas malas empezaron a quitarnos la comida y el agua que nos ponían los cuidadores, nos tiraban piedras y nos daban patadas si nos alcanzaban. Vivíamos atemorizados, ya casi no salíamos y nos pasábamos el día escondidos, entonces empezó lo peor. No perseguían y acosaban y muchos murieron, los pocos que quedábamos como no nos encontraban nos pusieron comida envenenada. Tuve que ver como morían el resto de los gatitos entre horribles dolores. Fuí el último, solo quedaba yo...iba a ser el siguiente, estaba muy enfermo y desnutrido... pero alguien llegó y me envió a LARA.

Aquí estoy a salvo, me han controlado las diarreas y los dolores e infecciones que tenía en la boquita, asi como, las heridas del cuerpo y los picores. Me dan un pienso que me compran para mi y latitas naturales muy ricas, estoy muy mimado. He cogido peso, el pelo me ha salido por todo el cuerpo, ya no tengo calvas y estoy muy guapo, casi parezco un cachorro. Tengo todavía un poco de miedo y me asusto de los extraños, pero a los voluntarios,  que ya conozco,  no los tengo miedo porque me tratan muy bien y no me hacen daño.

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